Artur Mas, política de gestos por doquier

>EL INDEPENDENTISMO, EN EFERVESCENCIA

Cuando su crisis presupuestaria arrecia, Artur Mas relanza el independentismo por otras vías: reclutando al FC Barcelona, organizando jornadas pro autodeterminación en París, organizando un simposio sobre el «expolio» español... Eso sí, los radicales de ERC cada vez le dejan más atrás en intención de voto...

Àngels Piñol, en El País, nos daba una idea de la seriedad científica del próximo simposio titulado España contra Cataluña, descubriéndonos a un científico serio donde los haya: «Jaume Sobrequés, director del Centro de Historia Contemporánea, ex diputado socialista, defendió ayer la concepción de las jornadas al asegurar que se habían organizado con un absoluto ‘rigor científico y académico’. (…) Sobrequés negó que el punto de salida sea ya claramente partidista y se basó en este argumento: ‘La defensa de Cataluña no puede serlo porque nos afecta a todos. La historia no es una ciencia aséptica ni tampoco lo somos los historiadores’». Rigor, vamos.

Pero no es evidentemente tiempo de mesura ni de reflexión. Así, Joan Barril, en El Periódico, por llamar tonto a Mariano Rajoy tras decir éste eso de que los países pequeños no cuentan, no dudaba en sugerir un futuro catalán como paraíso fiscal: «En su estulticia, Rajoy debe pensar que Catalunya equivale a Malta o a Chipre, esos países que no cuentan nada. ¡Qué espléndida oportunidad de estar callado la que tuvo ese líder del seguidismo alemán! Los pequeños no cuentan nada, pero bien que cuentan los minúsculos paraísos fiscales a los que los amigos de ese gobernante especialista en siestas envían sus dineros para poder (...) subvencionar a un partido a cambio de que, una vez en el poder, les otorgue una generosa concesión de obra pública. (…) ¡Ay, España y su ignorancia voluntaria!».

El independentismo avanza, imparable: así interpretaba Enric Hernández (perdón: Hernàndez), director de El Periódico, los sondeos que colocan a ERC por encima de CiU: «No faltarán quienes achaquen el hundimiento convergente a su deriva soberanista, pero el ensanchamiento del bloque incondicionalmente partidario de la consulta (...) demuestra que las placas tectónicas catalanas no se mueven al compás que interpretan las élites locales, muy del gusto de los poderes fácticos del Estado».

El escritor José Félix Pérez Orive, en ABC, comparaba todo ello con el País Vasco: «No hay nacionalistas buenos y separatistas malos. Todos son independentistas. La diferencia es que Urkullu es sensato. Tiene una crisis que gestionar, y los temas identitarios son déficit añadido. Si a los catalanes en Europa no les han hecho caso –pensará Urkullu–, imagínense a nosotros, que somos más pequeños y pretendemos una parte de Francia».

En el mismo diario, un editorial colocaba al nuevo Tribunal Constitucional ante su responsabilidad frente a todo ello: «Todo apunta a que los ahora elegidos compondrán un Tribunal donde los magistrados de tendencia conservadora configurarán una nueva mayoría, de 7-5, en principio sólida y que se antoja vital para los desafíos de su misión en el futuro cercano».